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diumenge, 12 d’abril del 2020

Futbol formativo: ¿entrenador o profesor de futbol?

Esta cuarentena me está dejando tiempo para leer, investigar y formarme en diferentes ámbitos. Uno de ellos, que es sin duda mi mayor pasión, es el futbol base. Tal vez, me esté tirando a la piscina con la redacción de este post, pero he decidido escribirlo porque es simplemente una reflexión a la cual he estado varios días dando vueltas, la cual ha nacido después de finalizar un curso de metodología del entrenamiento. La reflexión es la respuesta a la pregunta que titula esta redacción: futbol formativo: ¿entrenador o profesor de futbol?

Personalmente, opino que si nos dedicamos al futbol formativo (el cual podría considerarse hasta  la etapa cadete), ya sea formando parte de un club considerado profesional o en un humilde club de barrio, debemos ser, sin ningún tipo de duda, profesores de futbol. Como tales, debemos tener a parte de unos conocimientos y una formación futbolística y deportiva, unos conocimientos pedagógicos.

A todo el mundo, pequeños y adultos, nos gusta ganar. Siendo sinceros, como entrenadores queremos ganar siempre sea cual sea la categoría y sea cual sea el contrario. Pero debemos ser conscientes que a pesar de competir para ganar ya des de las categorías más tempranas (¡incluso la categoría Baby tiene liga y clasificación!), este no debe ser nuestro objetivo. Puede ser un aliciente, un componente más del aprendizaje, incluso un premio, sin embargo, NUNCA un objetivo.
Como su propio nombre indica, el futbol en la etapa de formación debe ser para FORMAR. La palabra formar esta compuesta por muchas otras acciones y procesos integrados: educar, enseñar, aprender, corregir, mejorar, decidir, equivocarse...
Con todo esto, quiero decir que, por desgracia, en demasiadas ocasiones los clubes, entrenadores y los propios padres olvidan cual es el único y verdadero objetivo del futbol formativo. Y, automáticamente introducen componentes propios de la competición que se traducen en estrés, presión, ansiedad, intranquilidad o nerviosismo; emociones y situaciones que los niños NO deben experimentar en edades tan tempranas en un campo de futbol. 
Es común ver a jugadores enfadados, enrabietados, discutiendo e incluso peleando, pero más habitual y lamentable es ver este comportamiento en entrenadores y padres (con la palabra padres hago referencia a cualquier miembro de la familia que se encuentre viendo el partido), añadiendo además, gritos e insultos como si sus vidas dependieran de un partido de futbol de niños y niñas de 10 años. 

¿De verdad que eso es lo que queremos que el futbol represente para ellos?

El futbol es nobleza, respeto, igualdad, solidaridad, valores, amistad, al fin y al cabo y a pesar de todo, es un juego y así debería ser visto por los más pequeños. Como un medio de diversión, de desahogo, de aprendizaje y de educación. Por eso, y por muchísimo más, debemos ser formadores en lugar de entrenadores.

Debemos enseñar los fundamentos, las reglas y la práctica de un juego, para que en el futuro el jugador sea capaz de competir de la forma más satisfactoria posible y sobretodo para que en el presente el niño juegue, disfrute, sonría, haga amistades, aprenda a perder y aprenda a ganar y pueda ser feliz practicando y compartiendo con sus amigos su juego favorito. Debemos educar en respeto, solidaridad, valores y competitividad. Debemos hacer del error una oportunidad de aprendizaje y no un medio o una razón de crítica. Todo el mundo puede ser capaz de jugar a futbol con un poco de práctica, pero no todo el mundo está capacitado para formar y educar a un grupo de personas. 
En definitiva, debemos estar formados para poder formar.

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